Monday, December 1, 2008

La decisión de emigrar

Mi mujer (Marina) y yo habíamos hablado en numerosas ocasiones sobre la posibilidad de emigrar, especialmente a un país anglosajón. Son muchos los motivos que nos llevaban a meditar y desear salir de nuestra patria, pues es una pena ir viendo las cosas que ocurren en España, cómo se va deteriorando todo. Me ponía enfermo oir y ver "la picaresca española", a todo nuestro cuerpo político en general y a algunos en particular, cómo el nivel de educación baja exponencialmente con cada generación, cómo la calidad de la enseñanza se acerca a niveles insospechadamente bajos, que el número de funcionarios haya ido aumentado (1 de cada 4 trabajadores en España y se acerca a 1 de cada 3 en algunas autonomías), la inseguridad personal y familiar que se siente ante ladrones y otros, el casi nulo tejido industrial y laboral que hay y en descenso, el funcionamiento deplorable de los sindicatos (alto coste, baja defensa de los trabajadores, funcionamiento partidista...), la hipocresía en el tratamiento a las religiones, la cultura creada en torno a todo tipo de subsidios, etc. Por no hablar de las tensiones nacionalistas y todas sus repercusiones. Realmente vemos a España como esta señal de tráfico.
Todos estos pensamientos y sentimientos se potenciaron cuando tuvimos hijos, Álvaro y Beatriz. Decidimos que debíamos emigrar cuando aún eran pequeños (antes de los 5-6 años) que es cuando pueden aprender otro idioma como si fuera materno. Lo planificamos cuando Marina estaba embarazada de Beatriz, allá por el 2004, decidiendo que debíamos marcharnos no más tarde de 2008. Y objetivo cumplido, el 14 de julio aterrizábamos en Dublín. Queda mucho por hacer y dudas por resolver, pero ya hemos dado este primer, duro y complicado paso.



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